En mi casa se llaman “patatas para Eneco”. Hay niños
que para verles felices hay que darles chocolate, gominolas…a mí nieto mayor,
Eneco, le haces feliz con unas patatas revolconas. Eso sí, hay que ponérselas
en cucharillas de aperitivo, que el niño nos ha salido muy fino, jaja.
Es un plato humilde, con ingredientes sencillos, de
esos que había antes de todas las casas (patatas, ajos, aceite, algo de panceta…)
nada de lujo y sin embargo un plato exquisito.
En mi infancia se hacía una variante: se cocían las
patatas en trozos grandes, cachelos, no se machacaban y el refrito llevaba también
cebolla muy menuda. Básicamente el mismo plato.
Con un vinito una cazuela así para compartir es un
buen aperitivo.
No pongo cantidades pero necesitamos:
Patatas, aceite de oliva virgen, unos dientes de ajo,
una cucharadita de pimentón y panceta curada partida en lonchas.
Yo uso panceta de Geras de Gordón, de León, bien
curada, un auténtico placer. No me gusta el beicon, pero va en gustos.
Empezamos pelando las patatas y poniéndolas a cocer en agua y
sal, hasta que estén tiernas.
Las sacamos y reservamos un poco del agua de
cocerlas.
Con un tenedor las machacamos de forma irregular,
no hace falta que queden perfectamente trituradas, aunque si lo preferís podéis
pasarlas por un pasapuré. Si os parece que están muy secas agregamos algo de
agua de cocerlas.
Ponemos en una sartén, de tamaño apropiado, aceite
que cubra el fondo y freímos los dientes de ajo cortados
en láminas; cuando empiezan a dorarse apartamos del calor y echamos el pimentón para que se
fría sin quemarse.
Añadimos las patatas machacadas y revolvemos para que se impregnen bien del aceite.
Aparte, en otra sartén ponemos, sin aceite, la
panceta sin corteza y partida en trocitos.
¡Y listo!
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