La
harina de maíz proporciona al pan una textura diferente al que solo lleva
harina de trigo; queda una miga más densa, más compacta, con un bonito color amarillo y con un sabor
especial.
Necesitamos:
300
g de harina de fuerza de trigo.
2oo
de harina de maíz*
325
g de agua ligeramente tibia.
10
g se sal.
20
g levadura fresca de panadería.
1
cucharada de aceite de oliva virgen extra.
Empezamos
pesando todos los ingredientes.
Mezclamos,
en un bol grande, los dos tipos de harina y añadimos la sal.
Desleímos
la levadura en el agua y la añadimos a las harinas. Ponemos la cucharada de
aceite. Masamos hasta unificar todos los ingredientes.
Hacemos
una bola, tapamos el recipiente con un paño de algodón y dejamos reposar hasta
que haya levado; el tiempo dependerá fundamentalmente de la temperatura de la
cocina.
Cuando
haya crecido al doble o casi de su tamaño, amásala suavemente para quitar el
aire y dale la forma del pan que quieras, redondo o alargado.
Deja
de nuevo reposar unos 30 minutos.
Calienta
el horno a 200º y mete el pan hasta que esté dorado y bien cocido (ya sabes golpea la base para comprobar que suena
a hueco). Como orientación os diré que el mío tardó 55 minutos.
¡Y
listo!
*La
harina de maíz que necesitamos es harina amarilla y natural, no refinada, ni
tostada, ni tratada de ningún modo. En Asturias es fácil encontrarla ya que aún
hay molinos tradicionales que muelen el maíz, como hace cientos de años. La que
yo uso es del “Molín de Corao” que funciona desde 1752; es la misma que se usa
para hacer los tortos.
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