Esta receta es un plato tradicional de la cocina
belga.
Es un guiso que se cocina lentamente, con calma, con
tiempo, mejor de un día para otro para que repose y los sabores se concentren.
Da un poco de trabajo hasta que está “en marcha”
después solo es echar un vistazo de vez en cuando, mover un poquito la cazuela,
agregar algo de caldo si hace falta, probar de sal…y dejar que se haga. El
resultado es espectacular: un guiso sabroso, tierno, suave.
Necesitamos:
½ kg. de
morcillo de ternera.
2
ó 3 cebollas dependiendo del tamaño, cortada en
juliana.
1
rebanada de pan de hogaza.
Cerveza
suficiente para cubrir bien la carne.
1/2 cucharada
sopera de harina.
1 cucharadita
de azúcar moreno.
1 hoja de
laurel.
1 cucharada de
mantequilla.
2 cucharadas de
aceite de oliva.
Caldo de carne.
Mostaza, para
untar un poco la rodaja de pan.
Sal.
Para el caldo yo usé unas verduras (zanahoria,
puerro, apio) y unos huesos de caña.
Empezamos poniendo de una cazuela proporcionada a las cantidades el aceite de oliva
a calentar; añadimos la carne cortada en trozos y adobada con sal y pimienta
negra y la sellamos. La sacamos para un plato cuando esté dorada.
Agregamos a la
cazuela la mantequilla y la cebolla y
dejamos sofreír durante unos minutos, 4 ó 5.
Volvemos a
poner la carne, la cucharadita de azúcar moreno y la cucharada de harina;
revolvemos para que la harina se fría.
Cubrimos con cerveza y ponemos la hoja de laurel.
Tapamos la
cazuela y cuando empiece a hervir ponemos la rebanada de pan untada con mostaza
encima de la carne.
Dejamos cocer a fuego suave; vamos añadiendo caldo cuando haga falta para que el guiso esté siempre
cubierto.
Después de un
par de horas la carne ya estará tierna. Si la salsa está muy ligera destapamos
la cazuela y dejamos cocer así para que la salsa espese. Al llevar el pan y
después de una cocción lenta y prolongada la salsa estará en su punto.
Este plato se
sirve con patatas fritas. Si lo acompañáis con una ensalada tendréis un
plato único completo.
¡Listo!
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