No será la pieza con mejor aspecto que podemos cocinar pero sí una de las más sabrosas. Necesita un tiempo prolongado de cocinado, con una cocción lenta, para que quede tierna y melosa. Aunque en realidad no da mucho trabajo solamente vigilarla de vez en cuando y darles la vuelta para que se hagan uniformemente.
Necesitamos:
2 codillos.
Para la salsa: unos dientes de ajo, 2 cebollas medianas, 2 puerros, incluso la parte un poco verde, ½ pimiento rojo, ½ pimiento verde y 2 zanahorias.
1 chupito de coñac o de güisqui.
½ vaso de vino tinto.
Caldo o agua.
Sal, pimienta negra y aceite de oliva virgen.
Empezamos sazonando los codillos con sal y pimienta negra; los ponemos en la cazuela con un fondo de aceite y los sellamos hasta que tengan un tono dorado.
Mientras vamos picando todas las verduras; no es necesario que sea en trozos muy pequeños porque la cocción va a ser larga y además vamos a triturar la salsa.
Cuando los codillos estén sellados añadimos el coñac o el güisqui de dejamos evaporar a calor fuerte.
Ponemos todas las verduras; yo puse primero los ajos, los puerros, las cebollas y zanahorias simplemente porque no me cabía todo en la cazuela que usé; cuando perdieron volumen agregué los pimientos y el vino tinto.
Salamos, tapamos y bajamos el fuego dejando que se cocine lentamente. Si tiene poco líquido podemos añadir un poco de caldo y agua.
Cada media hora, más o menos, demos la vuelta a la carne y seguimos cocinando hasta que este muy tierna.
Sacamos los codillos y trituramos la salsa, podemos pasarla después por un chino si queremos que esté más fina, yo no lo hice. Probamos de sal y rectificamos.
Volvemos a poner la carne y lo mantenemos bien caliente hasta que se vaya a servir.
Como ya lleva bastantes hortalizas en la salsa lo podemos servir con patatas fritas y ¡para chuparse los dedos!
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