Necesitamos:
3
huevos medianos.
100
g de azúcar blanco.
220
g de harina.
1
yogur natural, sin edulcorante.
¾
del envase del yogur de aceite de girasol.
2
ó 3 ciruelas rojas, las mías sin hueso pesaban 280 g.
½
sobre de levadura (8 g).
Mantequilla
y harina para el molde.
Pizca
de sal.
Empezamos lavando las ciruelas; las
partimos en trocitos, quitándoles el hueso. En una sartén antiadherente ponemos
un poco de mantequilla, una cucharada de azúcar y las ciruelas.
Lo
dejamos al fuego unos cinco minutos, hasta que se deshaga el azúcar y se
caramelice la fruta. Si las ciruelas estuvieran poco maduras podemos dejarlas
más tiempo, hasta que ablanden. Dejamos enfriar.
Preparamos
el molde: lo
untamos con un poco de mantequilla y cubrimos con harina, sacudiéndolo para
quitar el exceso.
Batimos
los
huevos con el resto del azúcar, que cojan bastante aire y
queden espumosos.
Agregamos,
el
aceite y el yogur y seguimos batiendo hasta integrarlos.
Mezclamos
la
harina, la levadura y la sal; lo pasamos por un colador.
Unimos
la masa líquida con la sólida, es decir, vamos añadiendo, en tandas, la mezcla
de harina a la mezcla del huevo.
Cuando
tenemos una mezcla homogénea, todo bien integrado añadimos la fruta que ya
estará fría.
Calentamos
el horno a 180º.
Metemos
el molde, hasta que al pinchar la torta la brocheta salga seca, unos 20
minutos. Yo usé un molde de 25 centímetros, la torta no queda muy alta y se
hace antes; si usáis un molde más pequeño cambiará el tiempo de horno.
¡Y listo, a disfrutar!
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