Últimamente estoy descubriendo las posibilidades del tomate en sopas y cremas ¡ya sé que llego con mucho retraso! Pero para mí el tomate siempre ha sido adecuado para salsa, ensaladas, bocadillos… pero no para sopas y cremas; en el norte no tenemos un clima muy adecuado para el cultivo de los tomates, demasiada humedad, por lo que siempre ha sido escaso en nuestras huertas y no hay tradición de utilizarlos para estas preparaciones.
Necesitamos para dos raciones:
4 ó 5 tomates maduros, unos 500 gramos.
1 ó 2 pimientos verdes italianos.
1 cebolla mediana.
2 dientes de ajo.
Pan atrasado.
Caldo vegetal (o de pollo).
½ cucharilla de pimentón dulce.
Sal y aceite de oliva virgen extra.
2 huevos.
Empezamos:
Pelamos los tomates o los rallamos para quitar toda la piel. Reservamos.
Partimos el pan duro en lascas finas. Reservamos.
Cubrimos el fondo de una pota con aceite; ponemos los dientes de ajo picados; antes de que cojan color añadimos la cebolla y sofreímos todo junto con una pizca de sal durante cuatro o cinco minutos; cuando la cebolla esté blanda, sin dorarse agregamos el pimiento verde y seguimos sofriendo.
Añadimos una pizca de pimentón dulce y freímos con cuidado porque se quema enseguida.
Ahora ponemos el tomate, un poco de sal y cocinamos, dándole vuelta de vez en cuando hasta que pierda el agua y espese, unos 8 ó 10 minutos a calor suave.
Ponemos el pan y dejamos que se empape bien.
Cubrimos con el caldo y cocemos despacio otros 10 minutos; ponemos más o menos caldo en función del espesor que queramos darle a la sopa.
Cascamos los huevos y separamos las yemas; apagamos y ponemos las claras de huevo dentro de la sopa, separadas, para que se cuajen; con el calor de la sopa será suficiente. Cuando la clara esté ponemos la yema que, al contrario, no queremos que se cuaje sino que quede líquida.
Servimos poniendo un huevo en cada plato; cada comensal romperá la yema del suyo y mezclará con la sopa.
Y listo ¿Comemos o qué?
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