¡Sidra!
Palabra casi, casi mágica. Sidrería, reunión de amigos, conversación, tapas,
pinchos…pronto volverán.
Mientras
tanto vamos a hacer un plato de acompañamiento con ingredientes muy sencillos y
muy ricos que deja ese olor a sidrina en toda la cocina (me ha salido un
pareado, jajaja) que algunos no soportan y a otros nos encanta.
Necesitamos
para dos:
4
patatas medianas.
6
cebollas pequeñas (optativas).
2
dientes de ajo.
Un
trocito de mantequilla (optativo).
Una
botella de sidra natural.
Un
vaso pequeño de caldo de pollo.
Aceite
de oliva virgen extra y sal.
Perejil.
Empezamos
pelando las patatas, las lavamos y secamos muy bien.
En
una cazuela, en que quepan sin amontonarse y sin que sobre mucho espacio, ponemos el aceite y la mantequilla (si la usamos) y freímos las patatas
girándolas para que se doren por todos los lados.
Cuando
las patatas casi estén ponemos las cebollitas peladas y enteras y los
dientes de ajo también pelados y enteros, para que cojan un bonito
color.
Subimos
el calor y ponemos la sidra, que las cubra hasta la mitad más o menos y dejamos
cocer un minuto; añadimos la sal y el caldo, bajamos el calor
y dejamos cocer suavemente hasta que estén tiernas. Dependiendo del
tamaño tardarán un tiempo; yo las pincho con una brocheta de madera para
comprobar.
No
tapéis del todo la cazuela para que vaya evaporando líquido, no queremos que
nos queden caldosas, sí con algo de salsa.
Ponemos
en la fuente y espolvoreamos con el perejil picado.
Se
toman calientes.
¡Y
listo, a disfrutar!
Esta
receta no sé de quién es. Yo la leí publicada por Pilar Aguaviva y la he modificado para adaptarla a mí gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario