Si, como es mí caso, os habéis tomado una buena fabada a medio día con dos copitas de vino tinto y postre, os aconsejo una cena ligera y sin grasa.
Más que nada para no tener
remordimientos nocturnos, jajaja.
Necesitamos:
Judías verdes (fréjoles).
Zanahorias.
1 huevo, de gallina feliz.
Sal, aceite de oliva
virgen extra y ½ cucharilla de pimentón.
Empezamos
quitando los extremos a las judías, partiéndolas en trozos y después al medio,
a lo largo; quedan unos “bastones”.
Hacemos lo mismos con las
zanahorias después de pelarlas.
Las cocemos en agua
hirviendo con sal, por separado, al dente, algo crujientes; el punto de cocción
de las verduras va en gusto pero creo que demasiado blandas pierden gracia.
Huevo poché: hay dos
maneras de hacerlo y las dos son muy fáciles.
Ponemos agua a hervir, una
cantidad proporcionada.
Con una cuchara o unas
varillas damos vueltas al agua hirviendo muy deprisa mientras echamos el huevo
en el centro.
Así la clara se recogerá
alrededor de la yema. Dependiendo del tamaño del huevo y de cómo nos guste de
cuajados tardará entre tres y cuatro minutos.
O también podemos forrar
el pocillo con film, un trozo amplio; lo untamos con una brocha ligeramente de
aceite y ponemos el huevo.
Cerramos, haciendo un
paquetito que ataremos muy bien y lo metemos en el agua hirviendo. El tiempo
será el mismo.
Servimos las verduras y
ponemos el huevo en el centro; espolvoreamos con sal y pimentón.
Aderezamos la ensalada con
un chorro de aceite de oliva.
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