Un clásico. Una cena de mi infancia. Muy barato,
sano, sabroso, con ingredientes de los que siempre hay en casa, éxito seguro con los niños... y no tan niños.
En la foto están los ingredientes básicos, yo usé además
vino blanco y una pizca de cúrcuma para la salsa.
Pelamos las patatas y las partimos en rodajas de 1 ½
centímetro, o como más nos guste pero procurando, eso sí, que todas sean
bastante iguales.
Las salamos, pasamos por harina y huevo y freímos en
abundante aceite. Reservamos.
Vamos con la salsa:
Picamos cebolla muy menuda y la sofreímos en unas
cucharadas del aceite que hemos usado para freír las patatas.
Ponemos una cucharadita de harina y sofreímos.
Añadimos ½ vaso de vino blanco y dejamos que se evapore el alcohol.
Lo desleímos
con un poco de agua y lo añadimos al sofrito.
Ponemos, si nos gusta un poco de
cúrcuma o unas hebras de azafrán.
Dejamos cocer un par de minutos y se lo añadimos a las patatas fritas.
Las patatas conviene ponerlas en una cazuela baja y amplia para que no tengamos que amontonarlas mucho.
Ponemos la salsa sobre las patatas y dejamos cocer
despacito, unos 15 minutos (pinchamos con una puntilla para comprobar que están
blandas, sin deshacerse). Rectificamos de sal, si es necesario. Y listas.
En fin, probad y ya me contaréis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario