Un plato único y completo
muy adecuado para los días de frío como los que tenemos ahora. Días de invierno
con nieve, viento y lluvia como corresponde a la época del año en que estamos.
Necesitamos para dos:
300/350 g de bacalao
salado y 2/3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra.
180/200 g de fabas
blancas.
2 ó 3 zanahorias,
dependiendo del tamaño.
1 hoja de laurel y
perejil.
Para el sofrito: 2
cucharadas de aceite de oliva virgen extra, ½ pimiento verde, ½ cebolla y 2 dientes
de ajo.
Es un plato que tenemos
que tener pensado con antelación porque necesitamos poner el bacalao a desalar.
Dependiendo del grosor de las tajadas necesitará más o menos tiempo, entre 24
horas para las migas y 36/48 para las piezas más gruesas. Yo lo tuve 48 horas,
en la nevera con agua fría cambiándola dos veces al día.
La noche anterior a
cocinar ponemos las fabas a remojo en agua fría. Aunque os quiero comentar que
hay quien no las pone a remojo, entre
ellos mi madre que opina que no es necesario ¡en fin! yo sigo haciéndolo.
Empezamos
haciendo el sofrito: en dos cucharadas de aceite sofreímos los
ajo, el pimiento verde y la cebolla todo picado menudo. Cuando está
blando, sin dorarse añadimos las fabas, la hoja de laurel y las zanahorias
peladas y enteras, cubrimos de agua fría y dejamos hervir despacio hasta que
están tiernas.
Mientras en una sartén con
las otras 2/3 cucharadas el aceite hacemos el bacalao
partido en tacos; lo freímos para sellarlo por todas las caras.
Cuando tengamos las fabas
listas sacamos las zanahorias, que habíamos puesto enteras al vaso de la
batidora con un poco de caldo, trituramos y volvemos a poner en el
guiso. Conseguimos un caldo más espeso y con un bonito color.
Agregamos el contenido de
la sartén, el bacalao y el aceite; dejamos hervir un par de minutos, probamos
de sal y apartamos del calor. Dejamos reposar cinco minutos,
espolvoreamos perejil picado y servimos.
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