Cada vez comemos más pescado de crianza, dorada, lubina, salmón, rodaballo…
Las ventajas que está muy fresco, es de buen tamaño y bastante más económico que el pescado salvaje. El inconveniente, que siempre lo hay, es el sabor ya que su alimentación no puede ser igual y eso se nota.
La crianza de la trucha creo que fue la pionera en este sistema; las piscifactorías llevan ya muchos años con nosotros, de hecho ya no me acuerdo como sabe una trucha de río.
Esta receta la hace casi, casi el horno solo y, además, en muy poco tiempo, apenas 15 minutos.
Necesitamos por ración:
2 truchas, evisceradas, abiertas, sin cabeza y sin la espina central. Esto te lo hacen en la pescadería; las mías las abrieron por el lomo y dejaron cerrado el vientre.
1 cebolla mediana.
Tomates secos en aceite.
Jamón serrano.
1 cucharada de pan rallado y 2 dientes de ajo.
Sal y aceite de oliva virgen extra.
Empezamos pochando la cebolla partida en juliana.
Partimos los tomates en tiras.
Mezclamos el pan rallado con el ajo picado muy menudo.
Salamos ligeramente (el jamón aporta bastante sal) las truchas por dentro y por fuera.
Las ponemos en una fuente de horno con una cucharada de aceite.
Ponemos una capa de cebolla pochada y el tomate.
Cubrimos con unas lonchas finas de jamón.
Cerramos las truchas y las metemos en el horno precalentado a 170º durante unos 12 minutos.
Pasado ese tiempo cubrimos con la mezcla de pan y ajo y gratinamos hasta que se dore.
Servimos con una ensalada.
¿Comemos o qué?
No hay comentarios:
Publicar un comentario